miércoles, 10 de agosto de 2011

La Tropa de Adherbal quiere modernizar su campamento




VICTORIA CONESA La tropa carthaginesa de Adherbal consciente de la demanda festera de los más jóvenes, comenzará esta edición de fiestas remodelando su caseta en el campamento, «a excepción de la portada que se mantendrá intacta», explicó su presidente José Manuel Rosique.

«Renovarse o morir. Nosotros amamos mucho estas fiestas para dejarnos vencer tan rápido», aseguró. Estos cambios, si se ajustan a las previsiones de la tropa, se extenderán hasta el próximo año. «Comenzaremos añadiendo otra planta y el resto se hará poco a poco», comento Rosique.

Adherbal está compuesta por guerreros y arqueros, además cuenta con tres matrimonios de civiles que se autodefinen como consejeros. Con la llegada de los nuevos miembros el primer sábado de fiestas se celebra en su campamento la entrega de armas a los recién incorporados, aunque su acto más destacado tiene lugar la víspera de la gran batalla.

En la noche previa a la gran batalla de Carthagineses y Romanos, los guerreros convocan a los dioses para pedirles que les acompañen durante el ansiado acontecimiento. Al finalizar este conjuro se organiza un banquete a base de poll0s y cerveza.

Esta tropa representa a los marinos carthagineses que estaban bajo el mando del Almirante Adherbal. Su símbolo es un navío púnico, replica de un grabado en piedra encontrado en la tumba de Sidón, que también exhiben en tamaño real en la fachada de su campamento.

Además utilizan un ancla de época que figura en su estandarte, en referencia al escuadrón de infantería de marina al que pertenecían estos guerreros.

La tropa de Adherbal luce dos pollos en su lábaro –estandarte– en alusión al pasaje histórico que se vivió en las costas de Deprano, cuando Adherbal obtuvo la única victoria de los carthagineses sobre los romanos.

El cónsul Claudio Pulcro observó que los pollos no querían comer, lo que se consideraba un símbolo de mal augurio para los romanos y por ello estimó necesario arrojarlos al agua. «Entonces el cónsul dijo: Si no quieren comer pues que beban», explicó José Manuel Rosique.

Noticia extraida de la Opinion.

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